Una nueva teoría sobre la terrible muerte de Alejandro Magno cambiaría todo lo que se pensaba de él: “Devorado”

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La muerte de Alejandro Magno es uno de los misterios más grandes de la antigüedad. El hacedor del imperio macedonio murió entre el 10 y el 11 de junio del año 323 a.C. en Babilonia, la actual Irak. Desde ese entonces sus restos vagaron por parte del reino hasta que desaparecieron de la vista del público. Ahora los historiadores manejan una nueva teoría sobre su final: habría sido comido por los tiburones.

La historia de Europa es apasionante y está cargada de evidencias históricas que demuestran el poderío de las civilizaciones pasadas. Además de los vestigios arqueológicos y arquitectónicos, todavía yacen algunas incógnitas sobre hechos y personas importantes que nunca tuvieron respuesta. Una de ellas es la hipótesis de dónde está la tumba de Alejandro el Grande.

La máxima extensión que alcanzó a tener el imperio que comandaba Alejandro Magno en el siglo IV a. C.

En tan solo 13 años, Alejandro expandió las fronteras del imperio, desde lo que en la actualidad es Grecia hasta Egipto y Medio Oriente. Se convirtió en un prócer y uno de los líderes militares más admirados antes de la llegada de Augusto y el nacimiento del Imperio Romano.

En torno a su muerte existen diferentes versiones. Algunos aseguran que contrajo sífilis o alguna enfermedad viral, o más bien que lo envenenaron. Lo cierto es que los textos que hablan sobre su deceso se escribieron cientos de años después por personas con cierto sesgo político, por lo que influyó en las coordenadas de su sepulcro.

Nicholas Saunders, profesor emérito del Departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de Bristol en el Reino Unido y autor del libro: La vida de Alejandro Magno, dialogó con la revista Live Science y fundamentó que los restos de Magno no eran queridos por los cristianos.

Según los registros y la información más certera que existe, el cuerpo del entonces emperador fue embalsamado y trasladado a Luxor y después a Alejandría. Con la llegada de los romanos, el mausoleo se transformó en un centro de peregrinación para los paganos y tuvo un éxito inesperado.

Templo de Alejandro Magno en Jerusalén. Pintura de Conca, Sebastiano (1736)

No obstante, cuando los cristianos comenzaron a tener poder, eliminaron cualquier simbología pagana. Incluso obligaron a las personas a convertirse. Es por eso que los sacerdotes que protegían la tumba de Magno decidieron deshacerse del cuerpo para que no sea profanado. Según el experto, desde Roma no querían que existiera otro “competidor” de Jesús.

Es por eso que el sarcófago se habría ocultado en una zona de Alejandría lindante con la costa y que ahora está bajo el agua. Gracias a los mapas antiguos se localizó el sitio aparente de esa ubicación. En los últimos años, grupos diversos de buzos estudiaron la zona y hallaron fragmentos de templos y otras construcciones, pero nada en referencia a Alejandro.

Pintura del artista francés Lionel Royer que ilustra la visita histórica del emperador Augusto a la tumba de Alejandro Magno en Alejandría

Desde allí que surgió una de las teorías más convincentes dentro del mundo arqueológico, que supone que los restos de Alejandro Magno fueron devorados por los tiburones.

“A menos que estuviera en un ataúd que preservara su cuerpo, nunca lo encontraremos. Supongo que su cuerpo podría haber sido devorado por un tiburón”, remarcó a la revista Live Science, Paul Cartledge, profesor emérito de cultura griega en la Universidad de Cambridge.

Magno fue un gran estratega que supo imponer su poder en todos los territorios donde gobernó. Se presume que Egipto fue el sitio que él quiso ser enterrado, junto al resto de los faraones del Imperio Nuevo.

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