Antes de formalizar su renuncia de la CGT, Pablo Moyano ya había empezado a construir una alianza de sindicalistas duros para enfrentar al gobierno de Javier Milei. El camionero, un dirigente que en privado reniega del ejercicio de hacer política, comenzó así a reunir las piezas que la derrota electoral del peronismo había dejado desperdigadas. Se acercó a las dos vertientes de la CTA, que avanzan en un proceso de reunificación tras casi 15 años de fractura, y forjó un vínculo con Alejandro Gramajo, titular de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (Utep) y mano derecha de Juan Grabois.
En paralelo a este armado, intentó el resurgir de la confederación de gremios del transporte. La unidad duró menos de dos meses y se rompió esta semana a pesar del fuerte impacto que tuvo el paro sectorial del 30 de octubre último. Moyano no fue capaz de reconciliar posturas con los colectiveros de la UTA, que están hoy en conflicto por el pago del medio aguinaldo, y la convivencia con el ferroviario Omar Maturano duró un santiamén. La solución del conflicto aeronáutico también complicó con sus planes de activar protestas a repetición.
Con la alianza de transportistas rota y sin apoyo de la CGT, Moyano decidió dar un paso al costado. No lo consultó ni siquiera con los gremialistas aliados dentro de la central obrera, quienes se enteraron de su salida por la prensa. De tantos amagos, su salida estaba al caer después de tanto equilibrio interno entre dialoguistas y duros. El camionero tenía ya un plan alternativo en marcha: construir una alianza con los gremios más combativos, las dos vertientes de la CTA, universitarios, piqueteros y la izquierda. Con ellos ya planifica una masiva marcha para diciembre o acompañar el paro de estatales previstos para el 5 de diciembre. Será su primer desafío en este nuevo mapa sindical.
“La conflictividad social va a ir creciendo. La gente va a salir a reclamar un pan dulce, un cacho de carne”, agitó hace unos días el camionero, dispuesto a reciclar el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) con el que su padre enfrentó al menemismo en la década del 90. Hay diferencias con aquella agrupación que combatió al neoliberalismo y que también se abrió por entonces de la CGT. Por lo pronto, el MTA reunía a los colectiveros, entre otros gremios con alta capacidad de daño.
En el ajedrez interno de la CGT, Pablo Moyano conserva su cercanía con los gremios más alineados con el kirchnerismo. Siguió los pasos de Mario Manrique (Smata) al irse de la central obrera por diferencias con el sector dialoguista y articuló con el bancario Sergio Palazzo para frustrar la iniciativa de Pro y la UCR en el Congreso para reformar el modelo sindical vigente y limitar el poder de los gremios. Moyano, Manrique y Palazzo son hoy los interlocutores sindicales que frecuenta Máximo Kirchner. Incómodo en la pelea entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof, Moyano puso los huevos en ambas canastas: acompañó al gobernador desde el escenario cuando se calentó el desafío por la conducción partidaria, pero a su vez asistió en reserva a la cumbre en el Smata en la que se definió la lista final del PJ para imponerse a Ricardo Quintela.
Conserva su influencia en los gremios del transporte, pero no en todos. Sus laderos son hoy los aeronáuticos Juan Pablo Brey y Pablo Biró, y el portuario Juan Carlos Schmid. Tiene lazos también con Néstor Segovia y Alberto Pianelli, referentes de los metrodelegados del subte porteño.
Al margen de la red de aliados surgida del sindicalismo peronista, selló un acuerdo con Hugo Yasky y Hugo Godoy, jefes de las dos CTA, para avanzar con lo que en la jerga se denomina “unidad en la acción”. En esta coincidencia entran también los docentes Roberto Baradel y Sonia Alesso, de la Ctera, y referentes universitarios que impulsaron las protestas contra Milei por los recortes presupuestarios. Daniel Ricci, un sindicalista kirchnerista de la Federación de Docentes de Universidades, lo ayudó con el desembarco en estos sectores.
“La decisión de Pablo Moyano es para destacar y sin lugar a dudas contribuye a despejar aún más el camino para la conformación de un frente sindical de resistencia que permita frenar las políticas de entrega del Gobierno de@JMilei. Después de la Ley de Bases y de la reforma laboral no hay nada para dialogar. Es momento de confrontar para ganar!”, lo apoyó a través de X Rodolfo Aguiar, el jefe nacional de los estatales de ATE. Aguiar tiene 54 años y era un sindicalista poco conocido hasta noviembre del año pasado, cuando reemplazó a Godoy al frente de la conducción nacional de ATE, uno de los dos sindicatos más poderosos del sector público, con representación en todas las provincias y 342.000 afiliados. Aguiar es hoy uno de los rostros más combativos contra la gestión de Milei, al que amenaza con llevar a la Justicia por “los miles de despidos arbitrarios”.
Moyano también abrió un vínculo con Daniel Catalano, secretario general de la seccional de ATE Capital y dirigente de la CTA. Catalano se define como un militante “del campo nacional y popular”, pero en el fondo es kirchnerista. Lo dejó en claro cuando con su tropa sindical intentó replegar a un grupo de manifestantes que activaron en octubre de 2020 un reclamo frente al departamento de Cristina Kirchner, en el barrio de la Recoleta. Es un admirador del régimen de Hugo Chávez en Venezuela.
En su último viaje al Vaticano para reunirse con el papa Francisco, Moyano sumó a la comitiva de la CGT a Alejandro Gramajo, referente de los trabajadores de la economía popular y hombre de Grabois. Al regresar de Roma, Gramajo advirtió que los movimientos sociales lanzarán reclamos callejeros luego del respaldo que recibieron de parte del Papa, cuando el Sumo Pontífice criticó al Gobierno por pagar “gas pimienta” para reprimir las protestas. Gramajo puede poner al servicio de Moyano una numerosa tropa de militantes de los movimientos sociales. En ese listado figuran Barrios de Pie, de Daniel Menéndez, y la Corriente Clasista y Combativa (CCC), que lidera Juan Carlos Alderete y cumplió esta semana 30 años desde su surgimiento.
Con la izquierda trotskistas, el vínculo de Moyano es con Alejandro Crespo, el secretario general del Sindicato del Neumático, y con Rubén Sobrero, un dirigente opositor al peronista Sergio Sasia en la Unión Ferroviaria. También se tendió un puente con Eduardo Belliboni, el referente del Polo Obrero que está en una situación procesal complicada, acusado de administración fraudulenta, amenazas y extorsión.