Germán Daffunchio: los mitos de Sumo, el arte en tiempos de la IA y la “asistencia perfecta” a Cosquín Rock

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Hay registro del show de Las Pelotas en el primer Cosquín Rock: tocaron 19 temas, nueve extraídos del que era su disco más reciente en ese momento (Todo por un polvo, 1999) y un surtido de los cinco anteriores, más “El ojo blindado”, de Sumo, como cierre. Nadie lo sabía mientras estaba pasando, pero así empezaba una de las tradiciones más duraderas del rock argentino: desde la noche del 10 de febrero de 2001, la banda nunca más faltó en la grilla del festival cordobés. Es una racha de 25 años: para que dimensionemos, se trata del mismo lapso transcurrido entre la edición de “La balsa” y la de Dynamo de Soda Stereo. Y la edición aniversario no va a romper la regla: a las 19.10 del domingo 16 de febrero, Las Pelotas saldrá al Escenario Sur del Aeródromo Santa María de Punilla, a celebrar su asistencia perfecta.

“Cambió absolutamente todo”, resume hoy Germán Daffunchio, mientras prepara el set para jugar otra vez de local. Cambió, para empezar, su grupo: desde 2009 ya no está su amigo y socio Alejandro Sokol, un vacío que le torció el espíritu a la banda (no la empeoró ni la mejoró: la hizo mutar en esencia, le corrió la aguja de la mística). Cambió también el formato del evento que los alberga: “José [Palazzo, el organizador] ha viajado mucho por todo el mundo, mirando festivales. Y entonces trajo todo: lo bueno y lo malo”, dice Germán, con una risa seca. Cambió la industria musical en general: “Se ha transformado todo en una especie de juego de Wall Street”, dice, pensando en las luchas a las que se va a tener que exponer cuando salga el álbum que están grabando. Cambió todo, insiste, pero en realidad hay algo que no cambió: para Las Pelotas, el Cosquín Rock sigue siendo, igual que aquella primera vez, un acontecimiento que se espera todo el año.

-¿Hay lugar para la sorpresa cuando se toca tanto tiempo en un mismo espacio? ¿Cómo se hace para que, con tanto tiempo en la música y tanto camino recorrido, determinadas situaciones no se vuelvan, de alguna manera, previsibles?

-A Cosquín Rock viene mucha gente de todo tipo, edades y creencias. De muchísimos pueblos distintos, de toda la Argentina, de Catamarca, de San Luis, de La Rioja, de Mendoza… Cosas que no suceden en Buenos Aires. Si vos pensás que tocar en un festival así es repetitivo y aburrido… No, yo pienso en Cosquín y me empieza a latir el corazón.

-¿Qué es lo que te corre de cualquier comodidad?

-En una época llevaba a músicos a que estén con la gente, para que vean para quiénes tocaban. Porque esa postura de llegar y tocar como si fueras una maquinita sin sentimientos es de un tipo de músico que no somos nosotros. A mí me genera muchísimo respeto el público, siempre, en cualquier situación. Los pibes de acá están todo el año juntando guita para no perderse el Cosquín.

Las Pelotas se vuelve a subir al escenario en el Aeródromo Santa María de Punilla, en Córdoba, para una nueva edición del Cosquín Rock, este fin de semana

-En sí, no hay dos shows iguales.

-Los grupos que hacen los shows iguales… Hay grupos que tienen los shows casi guionados, diría, pero no es nuestro caso. Es hermoso tocar en el Cosquín, nos encanta, por eso tocamos siempre. Es un festival más federal, y esa frase la vengo diciendo desde el principio, cuando me cayó la ficha y fue tema de discusión con otros colegas. ¿Por qué? Por esta gente que está todo el año juntando la guita para poder ir. Hay que pensar que, en la Argentina, todo se está realizando en Buenos Aires.

-La discusión de todos los años es la entrada a la grilla de artistas que no tienen que ver estrictamente con el rock. ¿Cómo te llevás vos con que toquen traperos o cuarteteros?

-Yo me río de esas discusiones… No se hace un festival por beneficencia. Entonces, van a llevar todo lo que pueda llegar a convocar gente. Por eso decía que el formato de los nuevos megafestivales trae esto aparejado. A nosotros nos ha tocado tocar en México, en festivales donde era increíble las cosas de lo distinto que era todo, absolutamente increíble. Las bandas tocaban cosas que nada que ver. Más allá de si te gusta o no lo que hacen, siempre es arte… ponele. Vienen tiempos en los que nos vamos a enfrentar con muchísimas cosas. Entre eso: a la gente la han acostumbrado a escuchar en una calidad sonora, en un formato en el que aceptan cualquier cosa. O sea, vos podés tocar una tecla y tener 150 millones de reproducciones. En una época había una guerra entre los músicos, de qué sonaba puro, el sonido analógico, “ay no, las máquinas”… A estas generaciones no les importa absolutamente nada eso. Y existen los servicios para poder armar grandes shows tocando una sola tecla. No sé de qué depende el arte: en nuestro caso, poder compartir con la gente es muy importante. Y eso es lo bueno que tiene el vivo, tocar de verdad.

Arte versus IA

-Sos un defensor del formato físico en la música, y del álbum como concepto. ¿Cómo te llevás con este paradigma de sacar un single, subirlo a las plataformas, que en cinco minutos lo estén escuchando en Noruega, después sacar otro a los seis meses y así llevar tu carrera?

-Voy a dar un dato muy importante: salen 120 mil temas nuevos por día en Spotify. O sea, no es que vos saques un tema y lo escuche todo el mundo: competís con 120 mil temas. Y la competencia diaria. Es una locura total. Están destruyendo el arte, absolutamente. O sea: todo es un negocio. En este mundo todo se transformó en un negocio. Entonces hay plataformas que se adelantaron y tienen la música de todo el mundo. Y se pierde todo. Por eso ahora los músicos pueden componer con inteligencia artificial y la gente ni se va a dar cuenta. No sé cuántos ya lo deben estar haciendo, ¿no?

-Hay muchas canciones que se están subiendo a Spotify que son creadas por inteligencia artificial.

-Bueno, si esas canciones compiten con gente de carne y hueso. Le están sacando lugar a la gente de carne y hueso. Pero lo peor de todo es que a la gente, en realidad, en el fondo, no le importa. O sea, hay gente a quien sí. Pero digamos que, a la masa, que es la que decide todo en este mundo, no le importa. ¿Viste cuando el rock empezó como una especie de despertar, de cachetazo a una sociedad careta llena de prejuicios, de boludeo? Bueno, hemos vuelto a ese tipo de sociedad. El rock ahora pasó a ser casi inofensivo porque se transformó todo en marketing, en redes sociales. En nuestro caso, cuando hacemos un tema, le ponemos muchos latidos de corazón, muchísima vida ahí dentro. Y de golpe entrar en una cosa horrible… No sé de qué sirve que te escuche un ucraniano, ¿viste? Pero bueno, esas son las reglas del juego actual.

-Vivimos épocas muy conflictivas en lo social, en lo económico, y de mucha violencia. ¿Cómo reaccionás artísticamente a ese contexto? ¿Te sale querer aportar luz, meterte de lleno en la pelea, oscilás? ¿Cómo vivís las crisis como compositor?

-Mirá, todo esto que estamos hablando, podés pensar que parte de un plan. Mantener a la gente dormida es absolutamente el plan. Hacerles creer que son libres, pero son esclavos es parte del plan. ¿Cómo resiste cada uno a eso? Da para hablar una bocha. Bueno, yo creo que a través de los años uno se va modificando. No es que dejes de luchar, sino que tratás de encontrar otros carriles. Ahora estamos trabajando un nuevo material y es un material que está buenísimo, y para salir de la trampa uno tiene que empezar a encontrarse realmente consigo mismo y con la vida real. No esta vida cínica de narcisos, de caretas que viven solamente para criticar al prójimo, para generar la violencia, la lucha… Pero, bueno, por suerte tenemos el arte. Toda mi vida ha sido y es el canal donde uno manda para afuera lo que siente. Siento que agregar más mierda no sirve de nada. Creo que la verdadera revolución es individual. Es de cada uno. Es lo que vos consumís, lo que necesitás para ser feliz. Por lo menos encontrar las cosas que realmente te sirven en la vida y no lo que te hacen creer que es importante. Solamente lo que vivís es real.

Hablando de lo que se viene: ya conocemos dos temas. “Los dos” es un reggae alegre, optimista. “Es Clara” también tiene ese espíritu de disfrute, de estar en paz. ¿El disco que se viene está cruzado por esto o son excepciones?

-Es lo que te digo: vos hacés un tema y depende de muchísimos factores, sobre todo cuando pertenecés a sellos discográficos que no son multinacionales. Se ha transformado todo en una especie de juego de Wall Street. Ya te digo: competís con 120 mil temas que salen por día. Y los dos temas: sí, tienen buena energía, pero el disco está lleno de sorpresas. Todavía estamos en el proceso de que tenemos muchos temas y tenemos una idea de lo que se va perfilando. Lo que pasa es que, voy a repetir, es un laburo de locos, que podés hacer vos porque te gusta imaginarte que un tipo pone un disco y lo escucha entero. Siempre la intención es que los discos tengan un concepto global, ¿no? “Los dos” es un tema que casualmente habla de esto que estaba diciendo: el tipo que vive en la ciudad y que de golpe se va al campo y se da cuenta de lo que es estar vivo. En el video que hicimos quisimos aportar también al hijo. Los padres que abandonan a sus hijos solamente para trabajar, para conseguir no sentirse una cucaracha, porque el sistema te exige que tenés que vivir de determinada manera, o si no sos un boludo.

Tiempos pasados

-Cuando estabas en Sumo y cuando empezaste con Las Pelotas, seguramente no pensabas que estarías en algún momento lidiando con estas cuestiones industriales, ¿o sí?

-No, era distinto. En la época de Sumo, lo que existía era el disco de pasta y las compañías de discos, con su monopolio tremendo, al artista le daban migajas. El producto se lo llevaba la compañía, y el cambio era que con todos esos aparatos te hacían existir. Cuando vos tenías un disco, existías. No era que podías hacer un tema en tu casa y lo colgabas en la red: no existía eso. Entonces era un tipo de mafia, ¿no? Pero la mafia está en todos lados ahora. A mí me indigna profundamente que una plataforma tenga la música del mundo.

-¿Qué sabés de la película de Luca que se viene? [la biopic que produce y protagonizará Peter Lanzani]. ¿Te consultaron? ¿Sos parte de alguna forma?

-Se han hecho tantas películas que no sé si estaba enterado o no estaba enterado. Hay que entender la necesidad de las personas de tener mitos, ¿viste? Luca era un ser humano. Lo que he visto a través de los años es que su figura… dejó de ser él. Es más lo que cada uno proyectó de él. El tipo que una vez se lo cruzó en un bar, y el cuento terminó siendo que se quedó toda la noche tomando ginebra con él. Todo se ha modificado. No sé, honestamente, de qué se trata la película, si quiere contar la verdad o se quiere hacer la fantasía. Viste que todas estas biografías que hacen, es raro que te cuenten la verdad. Y la historia de Luca es una cosa y la historia de Sumo es otra. Claro, Sumo no hubiese existido si no hubiese sido él el generador y el motor, pero su historia personal es otra cosa. Entonces no sé de qué se trata la película… No es por falta de interés, sino que de saber cómo eran las cosas y escuchar las cosas que se dicen, en un momento me di cuenta de que era inútil tratar de contar que estaban equivocados.

Germán Daffunchio en el escenario del Cosquín Rock en 2022; la banda participa del festival desde la primera edición, realizada en 2001

-Entendemos que el relato de Luca a veces no debe parecerse al Luca real que conociste. ¿Hay alguna película, alguna serie, alguna ficción, algún libro, algo que vos sientas que muestra más o menos fielmente al Luca Prodan o al Alejandro Sokol que eran tus amigos?

-Bueno, con Ale también pasa lo mismo. En la creencia popular piensan que nosotros lo abandonamos a Alejandro, ¿viste? Y uno se la tiene que fumar porque en un momento es inútil explicar las cosas. O sea, el libro que escribieron de Alejandro… No quiero darle ningún tipo de entidad, pero es cualquier cosa. ¿De dónde te nutrís? Cuando el escritor me dijo que iba a ser un libro, le dije: “Ojo de dónde vas a sacar la información, de dónde la vas a sacar”. Porque la historia de Alejandro, como la de Luca… no vamos a entrar en detalles, pero es difícil explicar con palabras lo que uno vio, de qué se trató para el rock argentino la aparición de Sumo. La cantidad de artistas que empezaron a usar camperas negras y se empezaron a hacer los rockeros. Verlo a Charly García bajar a un camarín con un camarógrafo, solamente para sentarse al lado de Luca, sacarse una foto e irse, y después ver los posters de Charly García vendidos en las calles sentado al lado de Luca… Como uno puede fabricar cualquier cosa, ¿no? Lo que yo vi es mi verdad, y lo demás no me importa. Que escriban. Ya te digo: hay una necesidad muy grande de ídolos, de héroes, de mitos. Y la muerte también trabaja un poco en esto de la generación del mito.

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