Cada tanto, en forma cíclica, en el circuito de tenis brotan jugadores que salen de la media, dentro y fuera de los courts, con recetas disimiles. Jóvenes atletas que empuñan la raqueta en forma magistral y que, además, ostentan un aura especial. El brasileño João Fonseca, que cumplió 18 años hace seis meses, se encuadra en ese escenario. De Río de Janeiro, tiene una imagen que fulgura. Es uno de los máximos protagonistas del ATP 250 de Buenos Aires: entró en el cuadro como “SE”, una nueva regla para los Next Gen (menores de 20 años) que estén dentro del top 250 del mundo (es 99°, hace un año era 649°). Este martes, no antes las 18.30, se medirá con el platense Tomás Etcheverry (44°), en el court central, en un partido de máxima atracción.
Número 1 del circuito junior en septiembre de 2023 y campeón del US Open de la categoría esa misma temporada, el carioca de 1,85 metro fue el último en clasificarse el año pasado para las Next Gen ATP Finals, en Yedá, y ganó el título en forma invicta (ningún sudamericano había conquistado el trofeo). “La primera vez que lo vi fue el año pasado, en junio, en el Challenger del Tenis Club Argentino, que perdió en las semifinales y ya se lo notaba con otra presencia. Me parece un pibe simple, sencillo; tiene algo distinto. Es súper tranquilo, muy educado. Lo ves caminando y tiene algo diferente. Llamé al manager (Gustavo Abreu) y le dije que queríamos tenerlo”, le contó Martín Jaite, director del Argentina Open, a LA NACION.
Efectivamente: la figura de Fonseca está lejos de pasar inadvertida, incluso en los pasillos de Buenos Aires Lawn Tennis Club, donde hay un abanico de jugadores de jerarquía. Hasta aquí, cada vez que caminó por las zonas públicas rumbo a los ensayos (sin seguridad extra, como sí tuvieron Rafa Nadal y Carlos Alcaraz cuando jugaron el torneo), los espectadores se amontonaron para saludarlo y pedirle fotos, a las que siempre accedió.
Fonseca se despojó del cartel de junior hace poco, pero ya genera una pequeña revolución en el tour. Tiene una nutrida cartera de patrocinadores. Uno de ellos, ON, la firma de indumentaria cuyo accionista es Roger Federer. Las principales agencias de representación lo buscaron (y lo buscan), pero por ahora los negocios los administran su papá, Christian (profesional en las finanzas), y su mamá, Roberta. Abreu, el manager, es alguien cercano a la familia, y todo su equipo lo protege e intenta alejarlo de las tentaciones adolescentes. Otra pieza clave del engranaje-João es Guilherme Teixeira, su entrenador. “Guilherme es casi como un padre para mí. Lo conocí cuando tenía doce años y yo entrenaba en el Country Club, en Ipanema”, expresó el propio tenista.
“Estuve en Brasil la semana pasada. Iba por la calle para ir al fisioterapeuta y algunas personas me pararon para sacarse fotos y es difícil, porque es una cosa nueva para mí. Después de Australia pasaron cosas nuevas [superó la qualy, batió a Andre Rublev en la primera ronda y cayó en la segunda con Lorenzo Sonego]. Hoy tengo mucha más visibilidad, más personas me empezaron a reconocer. Interiormente trato de ser como siempre. Cuando llegué a Brasil me di cuenta de que todos estaban más pendientes”, reconoció Fonseca, que intenta alejarse de las redes sociales (de Instagram, puntualmente) durante las semanas en las que compite; dice que sólo habla por WhatsApp con sus más cercanos.
“No tiene nada de divismo”, afirmó Jaite ante LA NACION. Y prosiguió: “El manager me transmitió que estaba muy contento de que lo llamáramos, inicialmente, para invitarlo. Lo único que me dijo es que João venía muy cansado, porque salió temprano de Brasil para jugar un Challenger en Canberra, que lo ganó, después hizo Australia y la Copa Davis en Francia, y pidió jugar el martes. Va a ser un partidazo con Etcheverry, aunque me da pena que uno de los dos quede afuera, porque son dos candidatos. Hay que ver cómo se adapta João a ser una persona más conocida que antes. Es clave el núcleo. Por lo que veo me hace acordar mucho a Alcaraz, que vino acá con 19 años y tiene un núcleo familiar muy sano que lo rodea, con personas muy ubicadas”.
Según apuntó Jaite, no hubo pedidos fuera de lugar del equipo de Fonseca. “Pero lo tratamos como si fuera uno de los top, con una habitación superior en un hotel cinco estrellas, frente al Obelisco. Nos pidieron entradas para este martes, porque vendrá mucha gente de Brasil y obviamente no hubo problemas. Para nosotros también es una apuesta a futuro, para que nos considere bien en los próximos años. Parece ser de esos jugadores que no sabés si vuelven, como pasó en su momento con Auger-Aliassime (el canadiense jugó en 2019 y no regresó). Rafa, por ejemplo, vino en 2005 y tardó diez años en volver. Lo bueno, en este caso, es que está el torneo de Río de Janeiro después de nosotros”.
Fonseca tienen pequeños grandes gestos que hablan de su buena educación y de cómo empieza a “entender el juego” de las relaciones públicas. Un ejemplo: saluda estrechando la mano a los periodistas cuando realiza entrevistas más íntimas, mano a mano, algo que no todos hacen (sí Federer, Nadal y Novak Djokovic, por ejemplo). Agradece, se expresa con respeto y predisposición. Tiene actitud y luce la cabeza “bien amueblada”, como dijo alguna vez Toni Nadal sobre Alcaraz.
“No tengo psicólogo. Intenté tenerlo, pero no funcionó, no me gustó. Si lo necesito en el futuro, lo tendré, pero creo que tengo una buena cabeza para entender lo que está pasando a mi alrededor. En mi carrera las cosas pasaron muy rápido: pasé de ser junior a lograr el top 100 en mi primer año como profesional. Ser humilde y trabajar duro es lo que tengo que hacer. Hablo mucho con mi entrenador, mis padres, tengo amigos que hablo también, por ahora me siento bien así”, comentó Fonseca, consciente de las inevitables (aunque innecesarias) comparaciones con Guga Kuerten. Pero no se altera.
“No me gusta escuchar las comparaciones porque cada uno tiene su tiempo. Guga es uno de mis ídolos y es un gran ídolo de todos los brasileños, no sólo de los amantes del deporte. Dicen que puedo ser como él, pero yo quiero ser el próximo João, quiero hacer mi propio camino”, sentenció con la misma firmeza con la que impacta de drive, haciendo daño, empezando a dejar su huella.