En plena pandemia, cuando todo estaba cerrado, incluidas las salas de cine y espectáculos, Alfredo Arias decidió crear una obra de teatro en miniatura. Con personajes realizados con resina y escenas mudas que transcurren en dos actos, el director, performer y artista narra la historia de las hermanas Peliagudo en la instalación Tita Repostera y Tita Tanguera, una de las piezas que integran Mobiliario familiar, su primera muestra individual. Elegante y cortes, Arias hizo de guía en un recorrido exclusivo con LA NACION poco antes de la inauguración en la galería Cosmocosa, a la que asistieron amigos de la época del Instituto Di Tella y las galerías Lirolay como Marta Minujín y Edgardo Giménez, entre otras figuras del arte, el cine y el teatro.
Las hermanas Peliagudo “viven enclaustradas en la decadente mansión familiar, donde comparten una realidad paralela signada por viejos resentimientos, secretos y culpas innombrables”, describe la curadora e investigadora María José Herrera en el texto de sala. La obra está integrada por dos casas de madera con puertitas que se abren y se cierran para que los “espectadores” descubran cada escena. Están instaladas en una pequeña sala a oscuras, ubicada detrás de una cortina negra, a la que se ingresa con una linterna. Al entrar, el público debe abrir las puertas, una a una, e iluminar la escena para seguir la trama. “Lo hacemos así, misterioso, con esta luz para que la obra tenga un aspecto un poco cinematográfico. Es una historia de dos hermanas que creen vivir con un fantasma, pero en realidad es un crápula que las engaña con la complicidad de una monja”, contó Arias mientras enfocaba a las hermanas Peliagudo con la linterna.
“Todo empezó durante la pandemia: yo quería hacer teatro y no se podía. Entonces, dije: ‘Voy a empezar a hacer unos pequeños teatros con ideas mías’. Es una obra que ya había escrito y luego decidí presentarla como un teatro de objetos. Yo trabajo todo el tiempo y escribo mucho. Pensé cuál sería la historia más apropiada para desarrollar de forma teatral y escultórica y así nacieron estos pequeños teatritos con dos hermanas que creen vivir con un señor que es un fantasma y tiene, en realidad, pretensiones eróticas. Y, después, mientras construía estas piezas con un equipo en mi taller, fui creando las otras obras de la muestra”.
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“Nos acompañó Martin Roig para crear este mini espacio teatral dentro de la galería para poder meternos en un viaje casi ‘voyeurista’ por la casa de Tita y Tota y sus absurdas vidas marcadas por presiones sociales y manierismos hoy perdidos en el tiempo”, contó a LA NACION la galerista Amparo Discoli, que tiene en venta en Cosmocosa todas las obras del artista.
En la sala, mientras saluda a los invitados que van llegando para la apertura, con un sombrero Panamá, anteojos negros y una copa de champagne en mano, Arias continúa con la visita guiada. “En un momento apareció la idea de la evocación de la escuela. Estos bancos tienen que ver con mi idea de la infancia”, cuenta y señala una serie de tres pupitres antiguos con tapas de vidrio que muestran objetos. Uno está repleto de masitas y muffins. “Digamos que mi infancia fue dulce”, dice con un guiño de ojo. Esas piezas evocan una serie de tortas creadas por Arias para la muestra Patria Petrona, que presentó en Fundación Proa en 2011 junto con el diseñador Pablo Ramírez y el artista Juan Stoppani.
En otro banco hay un bife de chorizo, de resina, claro. “Con una idea de línea geográfica, hice un bife con la forma del mapa de la Argentina. Es como si fuera una lección de geografía que se transforma en un libro. Y la último es más espiritual: una escarapela que da una idea de pertenencia a un país, es como una educación visual”.
“Nos sentimos privilegiados de poder presentar en nuestra galería a un artista tan relevante para la historia de la plástica y el teatro y a la vez tan activo y ‘en escena’. Radicado en París desde los años 70, cuando estrenó la Evita de Copi, tardó 16 años en volver a presentarse en el país a mediados de los 80, siempre como director de teatro. Fue protagonista del semillero de artistas que brotaron del Instituto Di Tella en los 60: su comienzo como ceramista junto a Stoppani, sus aventuras con Alberto Greco y su incursión en el teatro de avanzada en el Di Tella, que lo lanzó a su carrera internacional. Presentar obra plástica de un artista que derivó en la escena del teatro en un ida y vuelta constante en su vida es también una gran coincidencia ‘cósmica’, ya que hace unos días el Museo de Arte Moderno anunció que su programación de este año estará dedicada a las artes escénicas y del teatro y su relación con el ambiente de la plástica. Arte es teatro en este 2025 para Buenos Aires. Y si alguien nos representa actualmente en eso es Alfredo Arias. Fue conmovedor ver la excelencia que tiene en todo lo que hace, más allá de las distintas propuestas estéticas de cada obra. Más allá de sus obras en homenaje a Alfred Hitchcock (confieso que son mis preferidas), Arias rescata una iconografía de una Argentina y de unos valores que hoy solo quizás quedan como recuerdo o añoranza”, completó Discoli.
La galerista se refiere a la serie que se exhibe adentro de una vitrina de madera con piezas que rinden tributo al director de La ventana indiscreta, entre otros films. “Entre mis obsesiones, el cine también es un arte que me apasiona. Acá están elementos que aparecen en la película Catch a thief (Atrapar al ladrón), de Hitchcock: hice una mano de un personaje femenino que fuma y apaga el cigarrillo en un huevo frito; hay también un teléfono negro bien cinematográfico y una tijera enorme, en honor de Psicosis”, describe Arias, que utilizó cerámica fría para crear varios de los objetos.
Otro tema que lo obsesiona es la familia. Una de las obras, titulada Sagrada Familia, muestra tres cabezas: la de un padre “desequilibrado” (según sus propias palabras) y una madre “perfecta”, a las que les salen bochas de helados de la tapa del cráneo, y un bebé rozagante con un chupete enorme sobre la frente, que lo representa a él. Una especie de autorretrato en broma.
Hay mucho humor en las creaciones de Arias. El chupete gigante vuelve a aparecer en otra pieza, llamada Love and hate, que inlcuye también una rata y un conejo. “Es el mundo que está entre la bondad y el acecho”, define el artista. El peso de la familia tradicional tiene un lugar destacado en dos enormes zapatos (uno femenino con tacón; el otro masculino, con cordones) que sorprenden en el centro de la sala “como si fueran un monstruo que, cada vez que caminan, da un poco de miedo”.
“Otra historia, paralela y contrapuesta, es la del hogar feliz. Los pilares de esa célula querida por Dios y la sociedad son el padre y la madre, metonímicamente representados por enormes zapatos de cuero de fina hechura; zapatos para pisar en el mundo e imponer autoridad. La escala aumentada de estas piezas habla por sí misma”, describe la curadora Herrera, que define al guion de Mobiliario familiar como “un viaje autobiográfico abstracto”.
Para agendar
Mobiliario familiar, en Cosmocosa (Montevideo 1430). Lunes a viernes de 14 a 19, con entrada libre. Hasta el 11 de abril.