Cualquier distraído que durante esta semana camine por los pasillos del Buenos Aires Lawn Tennis Club, escenario -desde hace 25 años- del ATP porteño, puede sorprenderse y hasta sobresaltarse al escuchar, a todo volumen, un grito de “out (fuera)”, “fault (falta)” o “foot fault (falta de pie)”. Son voces grabadas de la revisión electrónica en vivo (oficialmente, Electronic Line Calling Live), el sistema que reemplaza en su totalidad a los jueces de línea y que aceleró en el circuito ATP desde este año: es obligatorio en todos los torneos. Pero el Argentina Open es el primero sobre polvo de ladrillo en utilizarlo, una novedad, teniendo en cuenta que se trata de la superficie que sí deja marcas del pique.
El “ELC Live” fue probado por primera vez durante el Next Gen ATP Finals de 2017 en Milán, el torneo para los ocho mejores Sub 20 de la temporada. Luego se fue incorporando a otros certámenes. Y, definitivamente, la necesidad de mantener el distanciamiento social por el Covid-19 quitó a los jueces de línea de los courts y, en torneos como Cincinnati, el US Open y el Masters de Londres (los tres en superficie dura), fueron sustituidos por el sistema que probablemente aporta mayor precisión, pero quita “tracción a sangre” y elimina puestos de trabajo y formativos para los que aspiran a ser umpires. “La tradición se encuentra en el alma del tenis y los jueces de línea han jugado un papel fundamental en el deporte durante años. Dicho esto, tenemos la responsabilidad de acoger innovación y nuevas tecnologías. Nuestro deporte merece el arbitraje más preciso”, comunicó el italiano Andrea Gaudenzi, presidente de la ATP.
El sistema electrónico puede fallar, pero es poco usual que eso ocurra: suele ser efectivo y veloz. En el ATP porteño, los tres estadios disponibles tienen instalados el sistema de cámaras (16 en total, con seis a nivel del piso y las otras en posiciones elevadas). Las cámaras capturan el movimiento de la pelota, interpretan la ubicación de la misma y una décima de segundo después de que la pelota pica envía señales visuales y de audio al juez de silla y al personal que desde un búnker de repetición (una suerte de sala de VAR en el fútbol) controla los monitores. Los árbitros no pueden invalidar el fallo de las máquinas, pero asumen el control si el sistema tiene un desperfecto. Además, si el sistema de audio fallara, una luz colocada en la silla del umpire le indica cuando la pelota fue mala. Las voces grabadas que se disparan con los distintos cantos de los fallos son para que el programa conserve un “matiz humano”, según explicaron en su momento los proveedores autorizados por la ATP.
Con la confirmación -desde hace meses- de que a partir de este año todos los torneos del ATP Tour sustituirían a los jueces de línea por el sistema electrónico, el Argentina Open, puntualmente, recibió a un grupo de especialistas de la empresa Hawk-Eye (el proveedor con sedes en Gran Bretaña, Australia y Estados Unidos que, en este caso, designó la ATP) varios días antes del comienzo de la clasificación al cuadro principal. Gabriel Goldszmidt, que encabeza la producción del torneo y es la mano derecha de Martín Jaite, el director del Argentina Open, le comentó a LA NACION: “Tuvieron ciertas exigencias técnicas antes de que llegaran. La mayoría de los equipos y de las cámaras la trajeron ellos, pero acá ya teníamos que tener los monitores, el cableado con fibra, aparatos UPS… De todo tienen doble circuito, por si se cae el primero, tienen otro de repuesto. Cámaras, energía, cableado, fibra, sonido… todo es doble. Son intransigentes en ese sentido”.
Hace dos semanas, en la serie de Copa Davis entre la Argentina y Noruega, en Oslo, el partido entre Tomás Etcheverry y Nicolai Budkov Kjaer se interrumpió porque dejó de funcionar el dispositivo electrónico. Después de algunos intentos fallidos por repararlo, el árbitro general y la jueza de silla dispusieron el ingreso de los jueces de línea para continuar el partido. ¿En el ATP porteño también hay jueces por si se cae el “ELC Live”? Sí. “Hay un equipo de seres humanos, por decirlo de alguna manera. Hay siete personas preparadas para salir al ruedo, que mientras tanto cumplen otra función, siguiendo las cámaras o en la cancha a las órdenes del umpire”, apunta Goldszmidt.
La tendencia de los torneos, desde hace tiempo y sobre todo luego de la pandemia, es reducir costos. Contar con el sistema electrónico representa un importante desembolso de dinero, pero también lo era para sostener a los jueces de línea. Un ATP 250 como el de Buenos Aires, por ejemplo, necesita 30 jueces para cubrir las canchas durante una semana (más la qualy). Además de abonar los sueldos, el certamen se hacía cargo de la comida, de la vestimenta, del seguro y del montaje de la carpa donde los árbitros descansan o dejan sus pertenencias (únicamente reciben alojamiento los árbitros extranjeros). Según un relevamiento realizado por LA NACION hace unos años, son unos cien los jueces de línea en el mundo que pueden vivir de la profesión, entre los del staff permanente de la ATP y la Federación Internacional de Tenis (ITF), y los contratados part time. La mayoría tiene otros trabajos, dan clases de tenis o se toman vacaciones en sus trabajos para actuar como árbitros de tenis. En EE.UU. y en Europa también hay gente de mayor edad que se retira, que tiene una base económica, aplica para ejercer como juez de tenis y aprovecha para viajar. En Wimbledon, por ejemplo, los jueces de línea cobran entre 50 y 150 dólares por día, dependiendo de la categoría y la experiencia.
Cómo funciona el sistema
“Este sistema, el electrónico -aclara Goldszmidt- es más costoso. Ya hicimos una inversión inicial que se irá prorrogando a lo largo de los años. Para esta primera edición tuvimos que comprar equipamiento técnico que seguiremos usando. Hay un costo y ATP también subsidia al torneo en una parte, pero en gastos fijos tendremos unos 20.000 dólares. El otro escenario, el de los jueces de línea, tenía menor costo. La evaluación la haremos al final del torneo, al esperar si todo está bien, si no te roban las cámaras… en Argentina puede pasar de todo. Esto implicó poner más seguridad, más todo. Hay que tener un aire acondicionado a una temperatura determinada, escritorios, sillas ergonométricas. El sistema no para de funcionar las 24 horas; no se puede cortar la tensión, todo está calibrado. Si algo sucede, el reinicio es muy engorroso. Desde el momento que empezó a funcionar, no lo detienen”.
LA NACION visitó el búnker desde donde funciona el Electronic Line Calling Live en el Argentina Open. Se trata de un sector privado en el predio del BALTC, con numerosos monitores, desde donde trabajan los oficiales (generalmente, dos por partido, conectados con auriculares y micrófonos, rodeados de planillas, números y trazados de líneas en las pantallas). En líneas generales, los jugadores se manifestaron conformes con el sistema, aunque ello no quita que a veces no estén de acuerdo con el fallo (sobre todo jugándose sobre polvo de ladrillo, donde el pique es más particular) y se lo manifiesten al umpire.
Desde que se incorporó el Ojo de Halcón en el tenis (el US Open fue el primer Grand Slam en utilizarlo, en 2006), los árbitros empezaron a ver su futuro con preocupación. Hoy, 18 años después y con lo que genera la inteligencia artificial, se puede decir que ya es una profesión en riesgo. Pero para los jueces de línea, puntualmente, consultados por LA NACION, el avance del sistema electrónico es “shockeante”. Entienden que el “ELC Live” hace que todo sea más “mecánico” y hasta quita parte del “espíritu” del juego. Hasta el momento, el sistema se utiliza en el ATP Tour, pero creen que en un tiempo se sumará al Challenger Tour, la segunda división del profesionalismo que hasta ahora conserva la tradición y actúa como fuente de trabajo para los jueces de línea.
Con el uso de la tecnología, el arrebato de furia más emblemático de la historia del tenis, aquel del “¡You cannot be serious, man!” de John McEnroe al umpire Ted James en Wimbledon 1981, después de que marcara como malo un saque del neoyorquino que levantó el polvo blanco del fleje, probablemente no hubiera ocurrido. “McEnroe se hubiese quejado igual”, sonríe Jaite, ante LA NACION. Y analiza: “Hay ciertas cosas que se van perdiendo, lamentable o afortunadamente. Cosas históricas que eran impensadas que no estuviesen hoy se reemplazan por tecnología, con todo lo que implica. Te da un poco de pena, por lo menos en Argentina. La mayoría (de los jueces de línea) no trabaja de eso: se tomaban la semana de vacaciones para divertirse y eso es lo que da un poco de pena. Ahora, varios son los veedores”. La intervención humana es parte de la tradición en el deporte, pero los tiempos van cambiando.