“Si pudiera levantar los brazos, ahora mismo estaría haciendo el saludo nazi. Si pudiera caminar, estaría dando el paso de ganso”, se lee en la primera línea de una publicación reciente de “Las crónicas de Kureishi”, el blog que el escritor británico Hanif Kureishi administra desde inicios de 2023, después de haber sufrido una lesión en la médula espinal a finales de 2022. El título es “¿Por qué me estoy convirtiendo en fascista?” y en la foto de la entrada, fechada el 1, se ve a Kureishi con la gorra MAGA (Make American Great Again), lema del líder republicano Donald Trump.
Su libro de 2024, Shattered (Destrozado), que reúne los “despachos hospitalarios” del escritor, editados y ampliados, se lanzará este año en español. El sello Anagrama aún no tiene definido el título.
Kureishi reflexiona satíricamente sobre el ascenso de las “nuevas derechas” en Occidente. “Dado que una buena parte del mundo parece estar cansada del liberalismo y, hasta cierto punto, de la democracia, y de odiar las políticas climáticas progresistas, a las personas LGBTQ+ y a los inmigrantes, podría ser el momento de reconsiderar mi posición -especula-. Después de todo, es doloroso despertarse todos los días con las noticias y descubrir el infierno fresco que está sirviendo el creciente número de gobiernos de derecha. Así que, en lugar de quejarme, resistirme o llorar, he decidido adoptar una nueva actitud”.
“[…] Es sorprendente: siempre hemos dado por sentado que nuestros valores (libertad, democracia, igualdad, inclusión, diversidad y demás) serían atractivos para la mayoría de las personas, ya que probablemente las beneficiarían a ellas y a sus familias”, considera el escritor. Cuenta que durante la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, a mediados de enero, decidió comprarse una gorra MAGA “y empezar a amarlo [a Trump], y luego, a todos los demás dictadores monstruosos e ideólogos locos”. “Trump puede ser un delincuente convicto, violador, racista, mentiroso y canalla de primer orden, pero eso no ha impedido que millones de estadounidenses voten por él, o incluso lo adoren”, observa.
“Mi excepcionalismo y mi odio visceral hacia Trump deben estar acortando mi vida -razona-. Después de todo, muchos jóvenes radicales -incluidos algunos de mis amigos, como Christopher Hitchens– pasaron sin esfuerzo de la izquierda a la derecha en sus últimos años. Ahora yo, por pura fuerza de voluntad, si no por debilidad, estoy a punto de hacer lo mismo”. Tras el atentado terrorista a las Torres Gemelas, en 2001, Hitchens anunció al mundo que ya no sería de izquierda.
“Si me convirtiera en un partidario entusiasta de la extrema derecha, lamentablemente tendría que abandonar a mis amigos por una pandilla completamente nueva -conjetura el autor de Algo que contarte-. […] ¿Dónde encontraré a mi nueva tribu? No conozco a una sola persona que haya votado por el Brexit o haya dicho algo positivo sobre Marine Le Pen o Giorgia Meloni. Este es un llamado a cualquiera que esté dispuesto a recibir a un exizquierdista regañado y que se autocastiga. Cualquiera que tenga la compasión de abrir los brazos a un neofascista que odia a las mujeres y ama el Brexit, anuncie su opinión en los comentarios [en la plataforma Substack]. Comencemos a perforar esos barcos de inmigrantes que se balancean arriba y abajo en el Canal”.
Kureishi asegura que desea sentirse “tan entusiasmado como los chiflados de derechas; quiero creer que las cosas mejorarán, que habrá un futuro habitable para nuestros hijos”. “Estoy harto del pesimismo; harto de que las cosas no salgan como yo quiero. Así que, en lugar de intentar patéticamente cambiar el mundo, me cambiaré a mí mismo. Será un proceso de reeducación y replanteo. Una conversión completa”, promete en una respuesta humorística ante el avance de la “nueva derecha”.
El programa de conversión incluye varios pasos. “Voy a dejar de reciclar y a cortar mis donaciones a Save the Children; atropellaré a activistas por la paz con mi silla de ruedas y boicotearé a las empresas progresistas. No habrá fin para mi mezquindad, y qué divertido será. Una hoguera de mis prejuicios. ¿Qué tan difícil puede ser convertirse en un simpatizante fascista?”.
“Imagínenselo: un mundo en el que cada esquina tenga una estatua de un hombre fuerte, contemplando heroicamente a los niños marchando en perfecta formación hacia escuelas que solo enseñan una materia: lo grandiosa que es la nación -imagina de manera orwelliana-. ¿Bibliotecas? Quemadas. ¿Museos? Reutilizados como campos de entrenamiento para milicias. Todos los ciudadanos llevarán un uniforme, preferiblemente beige, para eliminar el azote de la individualidad”.
“La economía prosperará bajo un sistema de autarquía forzada: sin importaciones ni exportaciones [no sería este el caso argentino], solo muchas patatas y orgullo nacional. La inmigración estará totalmente prohibida, salvo la importación de chivos expiatorios extranjeros a los que echar la culpa cuando las cosas inevitablemente se desmoronen. Y no olvidemos la obligatoria ‘Hora del Odio’, en la que todos nos reuniremos en las plazas de las ciudades para gritarles a los hologramas de enemigos imaginarios. Es un futuro tan brillante que necesitarás anteojeras, aunque no tendrás otra opción, ya que el libre pensamiento será considerado una traición”.
La gorra MAGA de Kureishi suscitó el horror de su pareja, Isabella, y de su cuidadora, pero fue ignorada en la calle. “Luego me deslicé hasta Marks & Spencer en Hammersmith. Nada. Decidido a molestar a la gente, a ver si sus instintos políticos se despertaban, pero […] a estos cabrones tranquilos solo les importan ellos mismos y sus compras”.
“Ha pasado una semana y resulta que ser fascista es mucho menos emocionante de lo que había imaginado -escribe con desilusión impostada-. Pensé que habría manifestaciones, apretones de manos secretos y hogueras de libros de mis amigos; incluso de los míos propios, tengo ejemplares en varios idiomas en mi sótano, listos para usar. He intentado reunir algo de entusiasmo por las batallas culturales, pero honestamente, ¿cuántas horas puede uno pasar despotricando sobre los baños neutrales en cuanto al género antes de que todo comience a sentirse trivial y amargo? La verdad es que el fascismo no es el gran espectáculo que me prometieron, no es ni de lejos una manifestación de Núremberg: la mayor parte de la actividad ocurre en Facebook”.
Ser fascista, percibe Kureishi, puede ser aburrido además de estúpido. “El nacionalismo, con toda su pompa y fanfarronería, es en última instancia un credo hueco -concluye-. Promete gloria pero ofrece división, predica unidad pero se nutre del miedo. Es una historia que ya hemos oído antes: banderas ondeantes, enemigos inventados y el pasado reescrito para justificar el presente. Pero debajo de la pompa hay un vacío, una necesidad desesperada de culpar a otros por las complejidades de la vida moderna. La verdad es que ninguna nación es una isla, ningún pueblo es puro y ningún muro puede impedir el paso de las realidades de un mundo compartido. El nacionalismo es una estafa, un truco barato que se juega a quienes anhelan la simplicidad en un mundo intrincado. Y aunque puede ofrecer un consuelo fugaz a algunos, se produce a costa de la empatía, el progreso y las mismas libertades que dice proteger. Así que no, no levantaré el brazo en señal de saludo ni caminaré a paso de ganso hacia esta ilusión. El futuro merece algo mejor que uniformes beige y militantes llenos de odio”.