Inundaciones ocasionales del río y sudestadas son parte de los desafíos que Madeleine Agar superó en su casa del Tigre. Hay belleza pero también astucia: como, por ejemplo, la casa y pileta elevadas estratégicamente para protegerse del agua, y el limo de las crecidas que actúa como un fertilizante natural, enriqueciendo la tierra y fortaleciendo la vitalidad de las plantas.
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La pileta, la parrilla y el fogonero se están rodeados de agapantos, beschornerias, nepetas y alium gigantes, creando un entorno donde cada planta y estructura cuenta una historia. Muchos de los árboles añosos que llegaron al Tigre provienen de lo que alguna vez fue una extensa quinta de 13.000 m2.
Así, a lo largo de los años Madeleine construyó un jardín que se distingue por su estilo ecléctico y atemporal, diseñado con líneas rectas, triángulos, formas geométricas precisas. Este oasis verde ofrece una mezcla armoniosa de plantas, modernas y tradicionales. El Tigre tiene sus ventajas: la proximidad del río suaviza las heladas, creando un microclima único y una humedad propicia.
Con el tiempo, el jardín se convirtió en un reflejo de la pasión y dedicación de la dueña, un lugar donde cada rincón invita a descubrir su magia única y personalísima.
Las rosas, cuidadosamente seleccionadas para su casa del Tigre junto a la gran rosicultora Valentina Casucci hace dos décadas, incluyen variedades antiguas, floribundas e híbridas de té, más de 120 en total. Se destacan nombres como ‘Frederic Mistral’, ‘Heidi’, ‘Elina’, ‘Charles Aznavour’, ‘Golden Celebration’, ‘Guitare Nouve’, ‘Pat Austin’, ‘Gertrude Jekyll’, ‘Darcey Bussell’ y ‘Madeleine Revoir’, entre otras. “Esta última fue un regalo de Cristel Vidal y siempre ha sido mi mayor debilidad”, comenta la dueña de casa.
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Para fomentar la biodiversidad del Tigre, Madeleine diseñó un corredor que atrae abejas, mariposas y picaflores, con una variedad de plantas como salvias, asclepias, iochromas y cítricos. En el frente de la casa, la majestuosa presencia de la Strelitzia nicolai se complementa con Strelitzia reginae y achiras enmarcadas con buxus.
En uno de los laterales de la construcción se encuentra un cantero de más de 20 hortensias, elegidas por su semejanza con las vistas de las islas del Tigre. Un área tropical sombría, junto al río, contiene hostas, orejas de elefante, monsteras y boinas de vasco, añadiendo una dimensión exótica al entorno.
No falta un galpón con las herramientas de trabajo y el taller de cerámica de uno de los miembros de la familia, ambos pintados en negro y amarillo. Estos colores generan un contraste llamativo y están inspirados en la propiedad del director de cine, artista, diseñador y jardinero Derek Jarman.
Además, la casa del Tigre fue construida en 1936 por Florencio Parravicini, un destacado guionista y actor argentino, añade una dimensión histórica y cultural al jardín. Entre los rosales clásicos pero no típicos del Tigre, conviven especies como hortensias y agapantos, luego las cañas, más propias del paisaje, y otro salto en las orejas de elefante. Lo dicho: una visión personal que sorprende y conmueve.
La huerta orgánica florece con espárragos, acelgas, lechugas, puerros, coliflores, brócolis, papas, berenjenas, morrones y hierbas aromáticas. Allí, el cultivo se realiza sin pesticidas, garantizando que cada cosecha sea tanto saludable como rica para toda su familia.
La huerta tiene entre 80 y 90 metros lineales en bancales elevados, al lado de los cuales se encuentra un gallinero con nueve gallinas INTA. La estética del hogar de Madeleine Agar exhibe todo lo mejor del Tigre, revisitado con una estética propia, un diseño funcional y una visión donde la tradición convive con la novedad.