Desde el país que escogió como su primer destino del 2025, el creador de contenido y bloguero colombiano Christian Byfield, explicó qué es lo que no debe hacerse en un viaje a Japón, tras pasar un momento “incómodo” en ese país.
Según explicó en sus redes sociales “darse besos o amor con su pareja en público es de muy mala educación entre los japoneses; está prohibido cursarse de piernas en el metro, una persona se me acercó y me advirtió que mostrar la suela es una señal de arrogancia y soberbia, y en las escaleras eléctricas es clave estar a la izquierda, para que la gente que tiene afán vaya por la derecha… es otro símbolo de respeto”.
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El respeto en este país del norte de Asia, de acuerdo con el portal especializado de Descubriendo Japón se basa en “procurar no molestar a otras personas y en no anteponer el beneficio propio al ajeno”.
Por eso es que “nunca hay que caminar por el centro de los Torri porque solamente los Dioses pasan por el centro, uno pasa por los laditos; nunca vayan a abrir las puertas de los taxis, porque los taxistas son súper cuidadosos con sus carros y las puertas se abren solas; tienen que ser súper cuidadosos con el reciclaje y la basura porque acá se toma muy en serio, y apuntar con el dedo es de pésima educación entre los japoneses”, de acuerdo con Byfield.
Y, en la mesa, también podría pasarse por descortés o falto de educación, pues “nunca en la vida se clavan los palillos en el arroz, es una ofensa pura y dura”, al igual que “nunca se debe cambiar un menú, los japoneses se ofenden si uno les dice: hey ¿será que me puede calmar el salmón por atún? Está muy mal visto” pedir que se transformen los platos. Algo que ocurre con frecuencia en los restaurantes donde se sirve el bien conocido “corrientazo”, en Colombia.
¿Quién es Christian Byfield y por qué renunció a su trabajo como oficinista?
Tras haber explorado los cinco continentes, el bloguero especializado en viajes Christian Byfield sigue considerando a Colombia como su destino favorito. Ha visitado los 32 departamentos y destaca lugares como Guaviare, Providencia y Chocó por su diversidad y riqueza étnica. Sin embargo, su corazón también pertenece a África, continente al que viaja cada año desde hace una década. “Amo África con mi alma. Mi abuelo era de Jamaica, entonces, de pronto tengo una conexión profunda ahí con ese continente”, explicó, en una entrevista concedida a Infobae Colombia.
Aunque asegura no haber tenido malas experiencias, recuerda la contaminación del aire en China como un momento incómodo. Durante el mes que estuvo en el gigante de Asia, rara vez pudo ver a lo lejos debido a la polución, una imagen que teme pueda replicarse en otros lugares si no se toman medidas ambientales.
Byfield reconoció que crecer en redes sociales hoy es más complicado que cuando comenzó. Aun así, no aconsejaría a nadie vivir una vida que no le haga feliz, especialmente si tiene “una propuesta de valor interesante con la que la gente conecte”. Su objetivo es claro: completar la visita a los 197 países del mundo. “Ya llevo 10 años viajando y esto me llena mucho. Eso me haría muy feliz”.
La elección de sus destinos depende de una investigación previa, donde analiza redes sociales y busca lugares enfocados en la naturaleza y la vida silvestre. Recordó cómo las guías de Lonely Planet fueron durante años una referencia clave para sus viajes.
Gracias a las redes sociales y su conexión con agencias de viajes, gobiernos, aerolíneas y líneas de cruceros, ha conseguido patrocinios para continuar su aventura. Esta nueva etapa profesional le permitió reconectar con sus propios sueños, aquellos que había dejado guardados mientras perseguía expectativas ajenas.
“Estaba viviendo una vida que no me llenaba, estaba enclosetado, teniendo un trabajo de corbata para que mis papás estuvieran contentos”, confesó. Al finalizar sus estudios de ingeniería industrial, dejó atrás un empleo estable y bien remunerado para enfrentar la incertidumbre de no saber dónde dormiría cada noche.
Su pasión por viajar nació a los 18 años, cuando decidió recorrer el sur de América como mochilero. “Ahí fue donde me volví adicto a esta vaina… hostales baratos, viajar sin reservas, conocer a muchas personas”, recordó. Esa pasión creció cuando aceptó trabajar para una agencia de viajes universitaria a cambio de tiquetes aéreos.
Hoy, quienes lo contactan no le preguntan por su trabajo, sino por el lugar del mundo en el que se encuentra. Gracias a Internet y las redes sociales, este ingeniero transformó los viajes en su principal fuente de ingresos. En estos diez años, ha conseguido 88 sellos en su pasaporte, viviendo experiencias que nunca habría alcanzado desde un cubículo de 2×2.